¡Oh mortales! No sigáis envenenando vuestro cuerpo con un alimento tan repulsivo como la carne. Sólo a los animales les es propio alimentarse de carne y aun no todos la usan. El caballo, el buey, el carnero pacen las hierbas de los prados; únicamente los de índole fiera y silvestre; los tigres, los fieros leones, los lobos y los osos gustan de sangrientos manjares. ¡Oh dioses! ¿Puede darse mayor delito que introducir entrañas en las propias entrañas, alimentar con avidez el cuerpo con otros cuerpos y conservar la vida dando muerte a un ser que, como nosotros, vive? ¿Por qué ha de ser la matanza el único medio de satisfacer nuestra insaciable gula?
Mientras los hombres sigan masacrando a los animales, se matarán los unos a los otros. Aquel que siembra el crimen y el dolor no puede cosechar la alegría y el amor.
Llegará un día en el que los hombres como yo, verán el asesinato de un animal como ahora ven el de un hombre.
Verdaderamente el hombre es el rey de las bestias, pués su brutalidad sobrepasa la de aquellas. Vivimos por la muerte de otros: !Todos somos cementerios!
Decís que las fieras son crueles, pero vosotros lo sois mucho más, pues mientras ellas matan y devoran por necesidad, vosotros lo hacéis sólo por vicio.
No comprendo cómo se puede tener valor para matar a un animal y el estómago para comérselo; matar a un animal y comérselo es cometer un doble crimen.